lunes, 30 de abril de 2007

En lo secreto ¿Qué haces?

Por Ing. Howard Andruejol


Si los demás pudieran ver todos tus secretos,

¿te felicitarían o te dejarían de hablar?

Cuando nos referimos a lo secreto, realmente no estamos hablando de algo que podemos guardarnos para nosotros mismos únicamente. Aunque podemos esconderlo de los demás, nunca podremos esconder ningún secreto delante de Dios (Salmos 44:21). Por lo tanto, examinar adecuadamente nuestros más íntimos pensamientos, es algo apropiado para no pecar contra Dios.

Hacia una clasificación de lo secreto
En realidad cuando guardamos algún secreto delante de los demás, debemos tener una muy buena razón para hacerlo. Generalmente, puede ser temor (de que se burlen de nosotros), por duda (falta de fe en el cumplimiento), por vergüenza (en el caso de algún pecado) o simplemente por egoísmo. Así, tratamos de esconder gustos, preferencias, temores, anhelos, sueños, pecados, ideas, sugerencias, críticas, etc. Algunos secretos podrían ser buenos, y otros podrían no serlo. De hecho, tener secretos no es malo. Dios mismo tiene secretos que no nos ha dado a conocer (Deuteronomio 29:29). Pero, esto no quiere decir que Dios tenga pecados ocultos o se avergüence de enseñarnos algo. Más bien es porque Dios es misterioso, infinito, lleno de sorpresas.

El problema de lo secreto
Resulta entonces evidente que existe cierta dimensión de lo secreto que no es para nada mala. No es un problema. Por ejemplo, María atesoraba en su interior los acontecimientos que acompañaban al crecimiento de Jesús (Lucas 2:51).
El problema resulta cuando nosotros guardamos en nuestra intimidad pecados ocultos que ofenden a nuestro Dios. Y peor aún, estamos muy equivocados si pensamos que las cosas que hacemos en secreto son totalmente secretas. Aunque otros no puedan verlas, Dios conoce lo más guardado de nuestro corazón.
La siguiente historia ("La trampa" por Lois Mowday) nos ayuda a entender esto de una mejor manera:
Un día lo encontré esperándome frente a la puerta. Tenía una mirada impresionante en los ojos. Cuanto entré me dijo "Hay un olor peculiar en esta casa. Debe haber algo muerto por aquí. Es en la planta alta. Creo que es en el ropero del vestíbulo". Tan pronto como dijo esto supe de qué se trataba.
Verdaderamente había un pequeño ropero en el vestíbulo. En él yo tenía guardados bajo llave uno o dos artículos personales que no quería que nadie viera.
Ciertamente no quería que Cristo los viera. Eran cosas muertas y podridas que quedaban de la vieja vida no malas, pero tampoco correctas y buenas para mantenerlas en la vida cristiana. Todavía las amaba. Las quería mucho para mí mismo y estaba realmente temeroso de admitir que estaban allí. De mala gana subí con él las escaleras, y mientras lo hacía el olor se hacía más y más fuerte. Él señaló la puerta y dijo: ¡Hay algo muerto allí!

¡Esto me molestó! Esa es la única manera como puedo describirlo. Yo le había dado acceso al estudio, al comedor, a la sala, al jardín, al dormitorio y ahora él me estaba preguntando acerca de un pequeño ropero de un metro por metro y medio. Me dije para mis adentros: ¡Esto es demasiado! No voy a darle la llave. Bien respondió, leyendo mis pensamientos-, si crees que voy a quedarme aquí en el segundo piso con este olor, estás equivocado. Sacaré mi cama al porche trasero o cualquier otra parte. En verdad no voy a permanecer alrededor de eso. Entonces empezó a bajar las escaleras.
Cuando usted ha llegado a conocer y a amar a Jesucristo, una de las peores cosas que puede suceder es sentir que se le retira su rostro y compañía. Tuve que ceder. "Te daré la llave" dije tristemente -, pero tendrás que abrir y limpiar el ropero. Yo no tengo la fortaleza para hacerlo. Lo sé, dijo-. Sé que no la tienes. Sólo dame la llave. Autorízame a tratar con ese ropero y yo lo haré. Así que, con dedos temblorosos le di la llave. La tomó de mi mano, caminó hacia la puerta y la abrió, entró, sacó la putrefacción que se estaba descomponiendo allí y la tiró a la basura.

Luego limpio el ropero, lo pintó y ordenó, todo al mismo tiempo. Inmediatamente una fresca fragante brisa inundó toda la casa. La atmósfera cambió. ¡Qué liberación y victoria tener fuera de mi vida esa podredumbre! No importa que pecado o qué dolor podía haber en mi pasado, Jesús está listo para perdonar, para curar y para hacer todo nuevo.
Al dar a Cristo cada área de nuestra vida, aceptamos vivir de acuerdo a sus mandamientos. Esto incluye el mandamiento de ser puros moralmente. Comprometerse a vivir en un nivel más elevado porque Él es digno de tal compromiso, nos libera de la necesidad de realización, justificar y comprometernos con otros asuntos. Somos libres para vivir existencias abundantes basadas en una relación comprometida con Jesucristo.

Entonces, para desarrollar limpieza y salud en nuestro interior, agradando a Dios, más bien nuestra actitud debe seguir la siguiente línea de pensamiento:

1. Salmos 51:6, 7
"Debemos procurar que nuestra intimidad se caracterice por la santidad y la verdad".
2. Salmos 26:1, 2
"Debemos anhelar constantemente ser examinados por Dios para no permitir impurezas en nuestra intimidad".
3. Romanos 2:16
"Debemos recordar que, aunque otros no lo hagan, Dios sí juzgará nuestra intimidad".

Tus dos alternativas

Ahora, es tu turno de escoger qué deseas que caracterice tu intimidad, tu vida secreta. Solamente existen dos opciones, reflejadas en los siguientes pasajes:

1. Desarrollar una vida espiritual en lo más profundo de tu ser que, aunque la gente no pueda verla, Dios recompensará (Mateo 6:4, 6, 18).
2. Desarrollar una vida pecaminosa en lo más profundo de tu ser que, la gente podrá ver y sentirá vergüenza (Efesios 5:12). Recordemos que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34), y que “del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mateo 15:19, 20).

El examen final

Toma ahora la lista de problemas que menciona Mateo 15:19, y examina tu vida. ¿Hay algo de esto en ti? ¿Te está costando lidiar con eso?
Afortunadamente, tenemos las buenas noticias de Dios: su gracia, su perdón y su restauración.
Su gracia nos recuerda que podemos venir confiadamente delante de él, sin temor a ser condenados (Hebreos 4:16). Dios jamás nos rechazará. Nunca se acabará su misericordia; aunque nos esforzáramos en hacer el peor de los males, jamás podríamos vencer su amor incondicional.

Su perdón nos recuerda que existe limpieza para quitar toda mancha de mugre que quiere contaminar nuestro interior (I Juan 1:9). Este perdón lo recibimos por el carácter de Dios, no por méritos nuestros.
Su restauración nos recuerda que tenemos las herramientas para vivir nuevamente en santidad y ureza (Salmos 119:9, 11). La Biblia nos permite levantarnos y desarrollar una vida espiritualmente productiva (II Timoteo 3:16, 17).

Un compromiso de verdad

1. Haz un pacto con Dios, y pídele que examine tu vida secreta y que limpie todo aquello que deba ser lavado.
2. Haz un pacto con Dios, y pídele que te fortalezca para desarrollar una vida de devoción, en lo secreto, que hallará recompensa espiritual.
3. Haz un pacto con un(a) amigo(a) espiritualmente maduro(a), con quien compartirás tus secretos, para ser confrontado(a) y confortada(a) espiritualmente. Juntos serán una pareja de oración y apoyo espiritual.

Si los demás pudieran ver todos tus secretos,
¿te felicitarían o te dejarían de hablar?

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